Adolescencia y déficit atencional  (por Loreto Passalacqua G., Revita YA, El Mercurio" 11 de septiembre del 2012

Imagínese una sala de clases con 45 niños dentro de ella. De esos 45 niños, por lo menos cinco o seis han sido descritos más de alguna vez como "desordenados", "flojos", "distraídos", "impulsivos" o incluso "tontos".

Es muy probable que presenten problemas para relacionarse con los demás y sean agresivos y desafiantes; o, por otro lado, tremendamente desorganizados y de difícil aprendizaje. Esos cinco o seis niños son distintos, particulares. Y, sin embargo, comparten un diagnóstico común: todos presentan un trastorno del espectro del síndrome de déficit atencional (SDA).

Se calcula que un 15 por ciento de la población escolar se ve afectada por esta condición, por eso el ejemplo de la sala de clases.

-Se habla mucho sobre el déficit atencional, pero todavía se mira como una enfermedad "curable", y no como un síndrome que acompaña toda la vida a quien lo presenta.

Lo dice la neuropsiquiatra infanto-juvenil Amanda Céspedes, un nombre obligado cuando se habla del tema, y que acaba de publicar el completísimo libro titulado "Déficit atencional en niños y adolescentes" (Ediciones B), que recopila en cerca de 300 páginas desde cómo funciona el cerebro hasta cómo ayudar a los padres a manejar el síndrome.

-En Chile, y en varios países occidentales, el déficit atencional se conoce desde hace más de 40 años, sin embargo los avances han sido tremendamente escasos. Hasta hoy se sigue aplicando el mismo modelo de diagnóstico -el de diagnóstico clínico- y se continúa hablando de "tratamiento", cuando esta condición no es una enfermedad.

A raíz de estas impresiones surgen -dice- el sobrediagnóstico y la sobremedicación, que preocupa a los padres.

-Entre otros factores, hay muchas condiciones de la neurología infantil que pueden simular un SDA, por ejemplo, un síndrome genético. Otras veces se confunde el que un niño se muestre inquieto en ciertas situaciones con el ser hiperactivo, o se medica al niño sin saber que sólo se requiere controlar las circunstancias que le provocan inquietud para que la conducta cambie.

En otras ocasiones llegan a la adolescencia sin diagnóstico.

-No es poco común que niños de 13 o 14 años no hayan sido diagnosticados antes con déficit atencional.

Como existen tantas confusiones sobre el síndrome, la neuropsiquiatra se propuso aportar "un eslabón perdido" en éste, su sexto trabajo: explicar a través de la neurociencia por qué los niños con déficit atencional presentan ciertas conductas y qué los lleva a ser como son. Quiso escribir para sus colegas y otros profesionales ligados a los niños y adolescentes con déficit atencional -psicólogos, profesores, psicopedagogos, fonoaudiólogos y educadores diferenciales-, pero también para los padres, tantas veces confundidos con la forma de ser de sus hijos.

Dice que un SDA puede ir de "leve" -sin hiperactividad- a "severo" -con hiperactividad-. El primero se relaciona con un proceso más lento en el desarrollo cerebral, y el segundo con un desarrollo disfuncional de algunas funciones del cerebro.

-El área cerebral más complicada en los niños o adolescentes con déficit atencional es aquella que se encarga del buen uso de la inteligencia en pos de un objetivo, que implica organización y uso de estrategias -explica Amanda Céspedes.

Cuando se presenta sin hiperactividad, la adolescencia es un período de ajuste: aunque comienzan a parecerse más a sus compañeros, arrastran "heridas de guerra" que marcan su historia, como haber repetido un curso o tener fama de mal alumno.

-Tienen tendencia a leer sin comprender, al estudio memorístico, a un estudio de última hora. Cuando tienen déficit atencional con hiperactividad, la adolescencia es uno de los períodos más críticos. Un grupo además presenta trastornos del aprendizaje. Otro grupo, en cambio, muestra la cara opuesta: son niños muy inteligentes, con un gran desarrollo lingüístico, pero tremendamente impulsivos, desordenados, un desafío al manejo conductual.

Por eso -explica- es importante acompañar a las familias de niños con problemas más leves, y, sobre todo, sostener emocionalmente a los padres de niños con déficit atencional con hiperactividad.

-Los padres tienen miedo de la llegada de la adolescencia. Es el típico caso del niño al que le dicen: "Trae una botella de vodka y la tomamos en el recreo", y él dice: "¡Ya!". Son muy poco reflexivos.

La neuropsiquiatra infanto-juvenil explica que en algunos adolescentes aparecen las conductas de riesgo, como conducir bajo los efectos del alcohol o probar drogas.

-Los hombres son conflictivos y las niñitas suelen presentar rasgos de personalidad alterados. Por ejemplo, algunas son muy desinhibidas o agresivas, tienden a dominar al grupo y habitualmente son las que hacen bullying.

 Las señales de alerta desde niños
 
La experta entrega en su libro señales precisas que pueden alertar a los padres sobre sus hijos desde que son pequeños: un preescolar, por ejemplo, que actúa más infantil que los niños de su edad, que es más dependiente de sus papás, tiene más episodios de pataletas, no sigue las instrucciones de sus educadoras o utiliza muchos gestos porque se demora en comenzar a hablar, puede presentar déficit atencional sin hiperactividad.

En cambio, un preescolar que nunca está quieto, trepa por todas partes, duerme poco, es impulsivo y destructivo con sus juguetes -no se entretiene con ellos y a veces los rompe-, o tiene fallas de integración sensorial -no tolera que le pongan champú o se molesta con las texturas de la ropa-, probablemente pueda presentar déficit atencional con hiperactividad.

Para ayudar más a los papás, la doctora enumera una serie de consejos. Primero, nunca enjuiciar a la educadora de párvulos o al profesor que les sugiere enviar a su hijo a un especialista.

-Muchos dicen "lo que pasa es que lo quiere tener dopado", o piensan que el niño no le cae bien o que el profesor es impaciente o intolerante. Pero la identificación temprana es clave.

Segundo, no quedarse con la forma "clásica" de diagnosticar, que se sustenta en los reportes de los papás o el colegio y en algunos exámenes neurológicos.

-Lo ideal es trabajar en equipos multidisciplinarios y sacarnos de la cabeza que la meta es identificar una enfermedad, para luego curarla. Sólo una minoría de niños con déficit atencional con hiperactividad presenta psicopatologías complejas como trastornos de la personalidad. El resto son niños sanos, pero frágiles.

Y, tercero, como el déficit atencional no es una enfermedad, no debe recibir "tratamiento". Lo más adecuado es tomar medidas de apoyo para mejorar la calidad de vida de los niños, sobre todo de los que tienen problemas menos complejos.

-Estas medidas las divido en dos grandes grupos: las generales, que tienen que ver con el autocuidado y donde es básica la intervención de la familia; y las específicas, que deben ser aplicadas por profesionales en este equipo de trabajo multidisciplinario.

Algunas medidas generales son cuidar las horas de sueño que debe tener todo niño, asegurarles una alimentación sana, procurar que no haya estrés en la familia, incentivar la actividad física y evitar que jueguen videojuegos en exceso. Entre las medidas específicas están los fármacos que, si se emplean y recetan responsablemente, pueden tener excelentes resultados.

-Estos fármacos regulan las funciones ejecutivas del cerebro. El niño mejora notoriamente su desempeño, sea académico o social. Por ejemplo, en lo social es importante que no sea agresivo, que no sea oposicionista, que no pelee en el recreo. Y en lo académico, que se concentre, que entienda lo que le están preguntando -explica la doctora.

¿Cuántos niños con déficit atencional se beneficiarían con la medicación?, se pregunta Amanda Céspedes. Todo el grupo que tiene déficit atencional sin hiperactividad, pero con trastorno específico del aprendizaje, y todo el grupo que tiene déficit atencional con hiperactividad, sin excepción, asegura. Explica que, sin embargo, es una condición que estará presente toda la vida.

-Algunos niños con SDA (sin hiperactividad), después de los 25 años se ordenan. Aprenden a vivir consigo mismos, con su desorden y con su déficit. Por eso dicen: "Se le pasó". Pero la verdad es que en cualquier situación de estrés, esto va a reaparecer. Cuando es con hiperactividad, el pronóstico es de cuidado toda la vida. Estas personas, de adultas, pueden ser consumidoras de droga, alcohol, o maltratadores de su familia o pareja. Por eso deben estar acompañados de un psiquiatra permanentemente, con fármacos, que a veces son de gran ayuda; hoy disponemos de medicamentos que antes no teníamos.